La responsabilidad social corporativa (término anglosajón que algunos prefieren traducir como responsabilidad social empresarial, para dar a entender que se aplica a todas las empresas, incluyendo las más pequeñas) es en realidad un compromiso continuo de la empresa con la ética enfocado inicialmente tanto a la calidad de vida de su personal y sus familias como a la de la comunidad local y la sociedad en general.
Se suele definir como ”un conjunto de prácticas y actividades responsables que realizan las empresas de forma voluntaria a lo largo de toda la cadena de valor en los ámbitos económicos, sociales y ambientales, y que van más allá del cumplimiento legal”.
Sin gran riesgo de equivocarnos podemos considerar a la RSC como un nuevo “paradigma de gestión empresarial”, de innegable transcendencia histórica, al que se ha ido llegando a través de diferentes adaptaciones en la gestión. Podríamos esquematizar la situación actual a través del resumen de las siguientes tendencias ó movimientos:
1.- Desde la gestión periférica a la central.Bajo el punto de vista organizativo, pasa de ser una actividad autónoma o complementaria, dentro de un área específica de la organización (generalmente ubicada en comunicación, imagen ó incluso marketing) a ser el centro de la estrategia de la gestión para cumplir el objeto social de la empresa o, en términos más actuales, a cubrir su misión y visión. Afecta, por tanto, al gobierno corporativo y a aspectos tales como la transparencia informativa y contable, el mecenazgo, la comunicación y la innovación.
2.- Desde los grupos de interés a la sociedad en general.En su día se dio un paso importante incorporando la consideración del círculo de los grupos de interés más cercanos a la empresa, los tradicionales “Stakeholders”, que hoy podríamos actualizar ensanchando ese círculo con esta enumeración: Accionistas e inversores; empleados; socios estratégicos; creadores de opinión y conocimiento; comunidades locales, países y sociedades; administración pública; proveedores y subcontratistas; instituciones financieras y clientes. El círculo ahora ya no tiene límites y abarca a toda la sociedad.
3.- Desde lo social a lo sostenible.La consideración de empresa responsable ha traspasado también el inicial ámbito de lo social y se inscribe también en lo medioambiental, poniendo énfasis en su implicación con la sostenibilidad del medio ambiente y, por tanto, contribuyendo a la solidaridad intergeneracional, pensando así en el futuro del planeta.
Esta es la razón de la actual tendencia a ir cambiando la denominación de RSC por la más simple pero completa de RC (Responsabilidad Corporativa), con el fin de incluir todos estos aspectos.
4.- Desde la RSC a la reputación corporativa.La política de RSC ha pasado a ser un elemento esencial de la reputación corporativa.
5.- Desde la reputación a la rentabilidad.Las actividades “responsables” suponen también una aportación clara de valor a la empresa, por lo que, finalmente, el proceso termina con una importante ventaja añadida que se puede calibrar igualmente en términos de rentabilidad.
6.- Desde las coordenadas económicas a las coordenadas éticas.El resultado económico (como ventaja añadida) que cabe también esperar de esta política es una buena noticia pues si este proceso tiene el colofón de la rentabilidad para la empresa, eso será una garantía de la extensión de estas buenas prácticas, dado que siempre estamos hablando de procesos completamente voluntarios y más allá de lo exigible legalmente. Todo ello se inscribe, por tanto, en el terreno de la ética y como uno de los incentivos más significativos para fomentar este “círculo virtuoso”
¿Hay alguna legislación al respecto? La RSC se basa en la voluntariedad y, por tanto, en la autorregulación del empresario, sin que procedan reglamentaciones específicas de la administración pública más allá de la normativa ordinaria que regula las actividades empresariales.
¿Algún referente internacional? Como referente internacional, aunque menos completo, puede mencionarse el Pacto Mundial de las Naciones Unidas. Es una iniciativa internacional propuesta por Naciones Unidas cuyo objetivo es conseguir un compromiso voluntario de las entidades en responsabilidad social, por medio de la implementación de 10 principios basados en derechos humanos, laborales, medioambientales y de lucha contra la corrupción (este último principio incorporado en su reformulación de 2004)
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